Naturaleza en los Pirineos de Navarra
El norte de Navarra ha logrado preservar la fuerte personalidad de las tradiciones pirenaicas ancestrales. Proponemos adentrarnos por sus valles y descubrir una naturaleza en estado casi puro.
Escenarios salvajes que se esconden en profundos valles cargados de leyendas medievales como los de Salazar o Roncal o en frondosos bosques en la Sierra de Abodi.
Disfrutar de estas tierras es una cuestión de estilo.
Los ríos pirenaicos descienden con fuerza hacia la Navarra Media tallando estrechos valles en los que durante siglos se han refugiado las tradiciones más ancestrales. Estamos en un mundo de paisajes llenos de colores para recorrer sin prisa y multitud de pueblecitos por donde perdernos entre sus calles empedradas llenas de historia.
Las foces de Lumbier y Arbayún
La Foz de Lumbier nos obliga a una parada para descubrir este desfiladero excavado por el río Irati sobre la roca caliza en el extremo occidental de la sierra de Leyre. Es una de las gargantas más espectaculares de Navarra, un paisaje labrado a lo largo de millones de años por la acción del río Irati que, día a día, sigue marcando su huella en este santuario de la naturaleza, reserva natural desde 1987.
Otra zona muy buena es la Foz de Arbayún, menos conocida y más espectacular en el paisaje sobre todo por la tarde.
La selva de Irati
Vamos camino de la Selva de Irati, remontando el río Salazar. Pueblos como Ibilcieta, Sarriés o Ezcaroz, son buenos ejemplos del nuevo turismo.
Sin embargo todo se queda pequeño al lado de Irati. Su masa boscosa lo convierte en el segundo hayedo-abetal más extenso y mejor conservado de Europa, una inmensa mancha verde de unas 17.000 hectáreas que se mantiene en estado casi virgen.
El valle de Salazar
A la Selva de Irati se suele entrar por Ochagavía, la mayor población del valle de Salazar, lugar de confluencia de los ríos Anduña y Zatoya.
Este pueblo navarro conserva numerosas casonas de arquitectura tradicional, muchas de ellas señoriales, con sus tejados de teja plana, construidas en piedra y madera.
Irati es un tesoro natural en el que se encuentran los espacios protegidos de Mendilatz y Tristuibartea y la Reserva Integral de Lizardoia. La “selva” es un lugar para dejarse llevar por los sentidos, para disfrutar del encuentro con la naturaleza, del silencio, de las aguas limpias y del sonido de los animales.
A pesar de su popularidad, nunca se tiene la sensación de masificación. El bosque es fácil de descubrir a través de sus senderos señalizados y muy bien cuidados, de forma que pasear por ellos se convierte en una de las mejores formas de conocer sus secretos.
Una de las rutas más bellas es la que nos lleva al Pico de Orhi, conocido por ser el “dosmil” más occidental del pirineo, y una de las cumbres más altas del Pirineo de Navarra.
El valle de Aezkoa
También hay otros rincones donde el hombre ha dejado su huella, como en Orbaitzeta, muy cerca de la frontera, donde hasta 1873 funcionó la Real Fábrica de Munición, ubicada en el mismo lugar en que se había instalado en el siglo XV una ferrería.
Estamos en el valle de Aezkoa, que está surcado por el río Irati y donde los hayas se yerguen con majestuosidad. Por supuesto que el otoño es la mejor época para su visita.
El paseo por Irati nos permite descubrir otros pueblos de montaña, con interesantes iglesias y casas de arquitectura popular. Entre todos, destaca especialmente Abaurrea Alta, el pueblo situado a mayor altura de Navarra.
Hombres que todavía cortan la hierba con guadaña o caballerizas que llevan leña para los duros días de invierno, aunque en los bares todo el mundo comenta que ya no nieva como antes.
El valle de Roncal
El complemento perfecto de la visita a Irati, es el Valle de Roncal, por el que volvemos a descender hacia el sur.
Es un valle de acusada personalidad, plena de tradiciones ancestrales y una sabrosa gastronomía. Atravesado de norte a sur por el río Esca, siete pueblos de reconocida belleza componen este valle cuyos principales recursos siguen siendo todavía la explotación forestal y la ganadería.
Antes se hablaba de Raonkali, y el nombre está documentado al menos desde 992. Desde tiempos de Carlos II, en 1412, los roncaleses tienen el derecho de hidalguía y eso dice mucho de su carácter altivo y orgulloso.
Los pueblos del Valle de Roncal merecen una visita pausada, un paseo por sus bosques y una degustación de sus deliciosos manjares, en especial su famoso queso de oveja con denominación de origen, las migas de pastor o las costillas de cordero a la brasa.
Aunque hagamos parada en Isaba, Roncal o Burgui son obligadas.
Los aficionados a la opera siempre paran para ver el monumento a la memoria del tenor Julián Gayarre.
Larra y el valle de Belagua
El valle de Belagua, en el término de Isaba, es un paraje de ensueño, de los que se ven y no se olvidan.
En su interior se encuentra la Reserva Natural de Larra, que acoge el más singular y representativo de los ecosistemas pirenaicos y constituye uno de los parajes morfológicos kársticos más impresionantes de Europa.
Lo más espectacular de Belagua son las grandes masas forestales que flanquean el llano; especialmente la Selva Grande, en la ladera del Txamantxoia, en cuyo extremo se conserva la Reserva Integral de Aztaparreta, un hayedo-abetal que pasa por ser el único territorio virgen que queda en el Pirineo.
Ovejas, vacas y yeguas ocupan los pastos comunales, mientras que los rincones más recónditos acogen a especies animales como el oso, el sarrio, la marmota, el armiño, la perdiz, el águila real, el pitonegro o el quebrantahuesos, algunas de ellas en peligro de extinción.