Las Murallas de Pamplona
Con sus cinco kilómetros de recorrido, que permiten un insólito y evocador paseo bordeando la ciudad, las murallas de Pamplona constituyen uno los complejos bélicos más interesantes y mejor conservados de España, lo que le valió ser declarado Monumento Nacional.
Como ciudad medieval, Pamplona se rodeó de un anillo amurallado para defenderse del enemigo, pero no fue hasta la incorporación del Reyno de Navarra a la Corona de Castilla, en 1515, cuando su situación estratégica le convirtió en un puesto avanzado de la corona española ante Francia.
Comienza entonces el desarrollo de una magna y formidable fortaleza, que tiene su punto álgido con la Ciudadela. Bastiones, baluartes, portales, medias lunas, revellines, fuertes… dotan el conjunto amurallado de toda la sobriedad y sofisticación de este tipo de conjuntos defensivos.
El desarrollo urbanístico del siglo XX obliga a derribar algunos frentes para que la urbe de la modernidad pueda expandirse. Pero la esencia permanece.
El paseo por el anillo de las murallas, entre los parques de la Media Luna y la Taconera, combina la frialdad y el silencio de la piedra con la calidez y el acogedor murmullo del infinito paisaje verde. La mejor manera de iniciar el recorrido es visitando el Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona. Ubicado al final del parque de la Media Luna, es un punto estratégico para entender la construcción, la evolución y la vida de estas murallas.
La Pamplona medieval tuvo su cinturón de murallas, primero en torno a sus distintos burgos (San Cernin, San Nicolas y Navarrería) y, tras el Privilegio de la Unión (1423), formando un anillo alrededor de toda la ciudad. Con la anexión a Castilla en 1512, Pamplona se convierte en un puesto avanzado de la corona española ante Francia y el objetivo permanente durante los tres siglos siguientes será el sostenimiento de la frontera ante posibles invasiones.
De ahí el interés que tuvieron Fernando el Católico y sus descendientes Habsburgos, por convertir a Pamplona en una ciudad inexpugnable, adecuando sus defensas a los avances técnicos de la guerra.
En 1571, Felipe II ordena levantar la Ciudadela, auténtico hito de la ciudad fortificada, y se inicia en las siguientes décadas el perfeccionamiento del cinturón amurallado. Así, y siguiendo el trazado desde el parque de la Media Luna, encontramos los baluartes y bastiones del Labrit, Redín, Guadalupe, Pilar, Abrevador, Parma, Gonzaga y la Taconera, y ya en la Ciudadela, los de Santiago, Santa María y Real.
Contraguardias, lunetas (San Bartolomé, San Roque), revellines (como el de los Reyes), y fuertes (San Bartolomé, San Roque y del Príncipe) fueron completando el complicado sistema defensivo de Pamplona que no hizo concesiones al estilismo y cuya potencia, robustez y sobriedad se evidencian en el rigor del sillar y la fortaleza de los muros.
Por esta disposición de las murallas la ciudad tuvo vetado su crecimiento horizontal hasta 1888, año en que se autorizó la demolición de dos baluartes de la Ciudadela, y pudo nacer así el Primer Ensanche de la ciudad. Ya en 1925 se procedió al derribo de la parte sur de la muralla que hizo posible tanto el Segundo Ensanche así como las posteriores expansiones de Pamplona.
Actualmente se siguen conservando tres cuartas partes del perímetro amurallado, que combinan la ciudad medieval con la urbe moderna y de vanguardia. El conjunto amurallado de Pamplona ha sido declarado como Monumento Nacional y tiene la consideración de Bien de Interés Cultural; algunos expertos lo consideran el conjunto fortificado moderno más importante de España.
Si como visitante, quieres disfrutar de las murallas, puedes hacerlo por su parte alta o por la parte baja. En el primer caso, aborda la Media Luna y sigue por el baluarte de Labrit, la ronda del obispo Barbazán, el baularte del Redín, el antiguo palacio de los Virreyes y el paso de Ronda, hasta terminar en los jardines de la Taconera.
El recorrido, además de sumamente agradable y entretenido, te descubrirá aspectos insólitos de la ciudad histórica. Si elige la parte baja de las murallas, perderás en panorámicas de la ciudad a cambio de apreciar la contundencia del recinto, que ha resistido asedios durante siglos.
Siguiendo el Parque Fluvial del Arga, encontrarás huertas, caballos y ganado, instalaciones deportivas y el puente medieval de la Magdalena. En cualquiera de los dos casos, el paseo dura aproximadamente una hora.
En tu visita por Pamplona, podrás atravesar algunos de los portales que recorrían el recinto, no siempre en su lugar de origen. El más antiguo y el único que se conserva íntegro e «in situ» es el portal de Francia o de Zumalacárregui (1553). Muestra un escudo labrado con el águila bicéfala y las armas imperiales.
A primeros del siglo XX se derribaron el portal de la Rochapea y Tejería, se desmontaron el de la Taconera y San Nicolás (ahora reconstruidos en el parque de la Taconera) y se amplió el Portal Nuevo.
Fuente de los datos: Gobierno de Navarra