El parque de Yamaguchi en Pamplona
Pamplona está salpicada de hermosas manchas verdes, pero ninguna tan singular como este parque de 85.000 metros cuadrados, situado en una de las zonas más modernas de la ciudad. Su nombre recuerda a la ciudad nipona de Yamaguchi, vecina de Hiroshima y con la que Pamplona está hermanada desde 1980 como recuerdo a la evangelización de aquel país por parte de San Francisco Javier, patrón de Navarra.
De estilo oriental, fue diseñado en 1997 por paisajistas nipones, por lo que contiene todos los elementos propios de un jardín importado de la cultura del Sol Naciente, con todos sus mimos, refinamientos y exquisiteces. Plantas y especies arbóreas, algunas autóctonas, conviven con elementos ornamentales como la suhama (playa), azumaya (caseta sobre el estanque), yatsubashi e ishibasi (puentes), taki (cascada) o el géiser del lago, un chorro de agua que alcanza los veinte metros de altura.
Pasear por este homenaje nipón a las cuatro estaciones hará que te sientas trasportado a un mundo de ensueño del que no querrás despertar.
El Parque de Yamaguchi, situado muy cerca de la zona hospitalaria, es una zona verde atípica y cargada de singularidades. El visitante se trasladará inevitablemente en su recorrido a Oriente y atisbará a un extremo el Planetario, el mayor del mundo por su bóveda celeste, donde a diario se celebran encuentros, exposiciones y proyecciones de divulgación científica para todos los públicos.
A su alrededor, un diseño arquitectónico de vanguardia, obra del arquitecto catalán Oriol Bohigas (1994), con edificios de vivienda en forma de U, fuentes y plazas porticadas que cortejan a la calle La Rioja. Una alta concentración de salas de cine y establecimientos de hostelería al aire libre, que invitan al ocio y la diversión, son el fiel reflejo de una ciudad que crece a pasos agigantados en calidad de vida y modernidad.
Creado sobre el solar de una antigua fábrica, este jardín japonés tradicional, cuyos orígenes datan del siglo VII, invita a la meditación. Su simbología recoge la celebración de las cuatro estaciones y traslada al visitante a la Ceremonia del Té, una tradición que data del siglo XVI y que hace del jardín un lugar de encuentro espiritual alejado del mundanal ruido.
Es este jardín nipón el que ocupa el corazón del Parque de Yamaguchi. Se extiende a través de 4.000 metros cuadrados de terreno y está formado por un estanque rodeado de un espacio ajardinado, con los elementos propios de la cultura oriental conectados a través de caminos peatonales. Quinientas toneladas de piedra, 400 árboles y 600 plantas hacen el resto.
Empieza tu visita por la parte oeste del parque, junto al Planetario. Apóyate en la barandilla, baja los ojos y mira al frente: sobre el lago, una placa de cerámica sobre unos troncos de madera, obra de la escultora pamplonesa Concha Cilveti, simboliza el hermanamiento y sirve de guía al panorama que se alza ante el observador.
Gira la vista a tu izquierda.
Ahí esta la suhama o playa de arena y piedra. Al frente, al otro extremo del lago, el yatsubashi, una pasarela o puente de madera que conecta dos pasos peatonales. Sigue con tu recorrido visual hacia la derecha. Te toparás con el ishibasi, un puente de piedra que simboliza los caminos de la vida, y el taki o cascada, cuyo discurrir del agua simboliza la idea de que todo fluye y cambia.
A continuación, la azumaya o caseta de madera construida a modo de palafito sobre el estanque, es, sin duda, lugar privilegiado para observar el jardín en su conjunto. Acércate hasta allí y entonces lo verás sin necesidad de advertencia alguna: altivo y poderoso, un géiser o chorro de agua de más de veinte metros de altura se alza sobre el eje del estanque, siempre que el viento no esté encolerizado.
Fuente de los datos: Gobierno de Navarra